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  • Texto y fotos: amoluc

Cuatro décadas cazando trenes


¡Como han cambiado las cosas!

Automotor Renault 9320 - Sevilla San Bernardo (1969)

Automotor Renault 9320 - Sevilla San Bernardo (1969)

Mi afición a la fotografía es tan antigua como la de los trenes, pero fue en 1966 cuando conseguí que mis padres me regalaran mi primera “maquina de fotos”, una Werlisa, una cámara sencilla que con ajustes de velocidad y diafragma a ojo del fotógrafo resultó bastante buena. Ahorrando lo que me daban para el autobús la cargaba con película en blanco y negro que compraba en chasis recargados porque era bastante más barato que usar película de marca y con ella hice cientos de fotos, pero ninguna de trenes mientras que el vapor se iba acabando sin que yo reparara en ello.

Nunca me arrepentiré lo suficiente. Mi primera foto ferroviaria fue a mediados de agosto de 1969 a un automotor Renault en la sevillana estación de San Bernardo. En 1971 me compré un “tomavistas” de Super8 que sólo usaba en ocasiones especiales, porque la película era carísima y sólo duraba tres minutos en los que, con una increíble capacidad de síntesis, era capaz de condensar una boda o incluso unas vacaciones. Ese mismo año tuve la oportunidad de filmar algunas imágenes de un paseo familiar hasta El Charcón en el desaparecido tranvía de la Sierra, en Granada.

Con aquella cámara, que utilicé hasta 1984, gastándome todos mis ahorros en dos y hasta tres películas rodé temas como el tráfico de las estaciones de Córdoba, el transporte de mineral de las Minas del Marquesado con sus cuádruples tracciones de 1300, el ómnibus Espeluy-Puente Genil o el viaje con vapor de la ASAF de Córdoba a Sevilla. Todo aquello ya es historia y algunas de aquellas imágenes, desvaídas y ahora digitalizadas, se han subido a “El Ferrocarril en Andalucia”. Entretanto me había comprado una reflex Topcon, la más barata, con objetivo desmontable de 50 mm. para la que luego resultó que no había teleobjetivos y seguía fotografiando en blanco y negro todo lo que se me ponía por delante, que no fueron trenes hasta 1977 cuando, coincidiendo con mi entrada en ASAF, todo cambió.

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Aquel año planeé ir de vacaciones a Galicia con el secreto propósito de fotografiar las 1800 y me pasé al color, aunque opté por las diapositivas que eran más baratas y se veían mucho más grandes, pese a que mi esposa alegaba que la parafernalia necesaria para una proyección te quitaba las ganas de hacerla. ¡Que viaje en el Ruta de la Plata hasta Astorga! Y de allí a León, donde hice mas fotos a las 7700 y a las UT-900 que a sus monumentos, luego Ponferrada, donde el correo a Villablino con la PV-31 justificó sobradamente el uso del Super8, Monforte, Orense, Vigo, Pontevedra, Santiago, La Coruña... Todo en tren y disparando a todo el material que se me ponía a tiro.

A partir de ahí se abrió la veda del ferrocarril. Mis cotos habituales de caza fueron Córdoba y Sevilla, donde en cualquier desplazamiento cercano a zona ferroviaria cargaba con mi pesada y vieja Topcon y gracias a ello conseguí algunas fotografías “de oportunidad”, como las 1600s acopladas al estilo americano, la “francesa” en la placa giratoria cual si una de vapor se tratase o el 444 remolcado por la 2100 por avería de la catenaria que, por cierto, vaya pollo que se montó el pasado miércoles santo en el AVE Madrid-Sevilla por el mismo motivo.

Como todo cazador que se precie de vez en cuando hacía algún safari, es decir viaje o excursión, con la única finalidad de conseguir fotos más o menos espectaculares, lo que teniendo en cuenta los exiguos medios con que contaba, sobre todo para desplazamientos, suponían no sólo un gran esfuerzo económico sino un riesgo real, sin ninguna garantía de conseguir el objetivo. Recuerdo especialmente los de El Chorro, Despeñaperros y la línea Linares-Puente Genil.

Expreso Barcelona-Málaga “El Catalán” a la salida del túnel nº 8, conocido como “túnel de Miguel”.

El Chorro

El Desfiladero de los Gaitanes, es sin duda uno de los lugares más espectaculares de la geografía ferroviaria española. A mediados de los sesenta, con quince años y cuando aún no tenía cámara, recorrí el Caminito del Rey en dos ocasiones, por lo que sabía las buenas imágenes que desde él se podían obtener y que el mejor sitio para conseguirlas era una pequeña plataforma existente en el lado derecho del puente acueducto, así que en 1981 decidí volver por allí.

Comoquiera que la pasarela se encontraba ya en un estado ruinoso por ambos extremos, era preciso buscar una vía alternativa para llegar hasta aquel sitio y no hallé mejor forma que caminar por la via hasta algún punto que permitiera bajar al rió, cruzarlo, subir por la orilla opuesta hasta el camino existente entre los dos tramos de la pasarela y por el túnel del canal, que ya estaba en desuso, llegar hasta el puente.

A falta de Google Earth, en diciembre y como continuación de un viaje también exploratorio desde Jaén a Puente Genil, me desplacé hasta Málaga y compróbé que los túneles no eran muy largos, que a excepción del de El Chorro, tenían anchura suficiente para refugiarse en caso de que te sorprendiera un tren en su interior, que los puentes podían obviarse caminando por el terreno excepto los de la falla que eran cortos y con visibilidad suficiente y que a la salida del túnel 8 había un torrente canalizado que facilitaba la bajada hasta el rió. Sólo quedaba al albur que llegado el momento el rio tuviera escaso caudal para que resultase fácil vadearlo.

En mayo del 82 lo intenté por primera vez con un amigo pero no llegamos a cruzar el rio, por lo que las imágenes obtenidas se redujeron al tramo recorrido por la via. En septiembre, mi hermano y yo con dos amigos más realizamos por fin el recorrido completo, sin más dificultad añadida a lo previsto que hundirnos en el lodazal en el que las filtraciones de agua habían convertido el interior del túnel del canal. Por cierto, circular por la vía era peligroso y estaba prohibido, como ahora que además conlleva una cuantiosa multa, pero no había otra opción y la verdad es que el cartel, como se ve en una de las fotos, estaba de forma que sólo lo vimos al volver. De aquellas dos excursiones son las imágenes subidas a “El Ferrocarril en Andalucía” que hoy son testimonio de unos trenes que ya no existen.

Despeñaperros

Tan entusiasmados quedamos tras lo de El Chorro que tres dias después, mi hermano y yo nos embarcamos en una nueva aventura, la de ir a Despeñaperros, porque presumiblemente si desde el tren se veía la carretera desde la carretera tendría que haber buenas vistas del tren.

Despeñaperros era un tramo negro de la carretera de Madrid, con muchas curvas, barrancos peligrosísimos, atascos permanentes de camiones y estaba mucho más lejos que ahora aunque haya los mismos kilómetros, porque era más largo, o lo parecía, un kilómetro de carretera de doble sentido en un Seat 850 con las ventanillas abiertas para no asfixiarte detrás de una fila de camiones que no podías adelantar, que uno de autovía en un Golf climatizado sin problemas para rebasar a los camiones

De un tirón nos plantamos en Venta de Cárdenas y mientras yo peleaba con los camiones mi hermano tomaba nota no sólo de los mejores sitios para hacer las fotos, sino también de donde podíamos dejar el coche fuera de la carretera que era el mayor problema, hecho lo cual bajamos hasta Santa Elena, volvimos a subir a Venta de Cárdenas y volvimos a bajar. Podéis imaginar lo que supuso pasar Despeñaperros dos veces en cada sentido, pero mereció la pena.

Talgo Madrid-Sevilla/Cadiz con una "mazinger"

¡Que abundancia de trenes! Daba igual si se nos escapaba uno mientras cambiábamos de posición por aquellos riscos, porque el 50 mm. de la Topcon no daba para mucho y había que acercarse lo más posible. Talgos con “Japonesas”, Electrotrenes de varios tipos, UT440, el rápido Madrid-Cádiz, mercantes con “Panchorras” y hasta una “Francesa” con cincomiles bajando que por la tarde pillamos en Santa Elena subiendo y resultó ser el tren de los vendimiadores de Jaén camino de Francia.

Jaén - Puente Genil

También cazamos en tierras jienenses, donde por haber sólo un tren al día había que disparar, correr y llegar al siguiente puesto antes que la presa, que no era difícil, porque el ómnibus no era precisamente un guepardo, aunque casi se escapa cuando en Doña Mencía encontramos una calle en obras y tuvimos que recorrer medio pueblo.

Allí compartimos espera con una pareja de la Guardia Civil que vino a ver que hacíamos semiocultos en un olivar frente al puente sobre el Guadajoz, uno de los más espectaculares de la línea junto con el del Arroyo Bailón al pie de Zuheros.

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Llegó el vídeo

En 1989 me apunté al vídeo con una enorme y pesada cámara Sony Video8. ¡Se acabaron las miserias! Las cintas duraban una hora y lo que antes se metía en tres minutos de película o treinta y seis fotos ya no cabía en una cinta, el único problema era que la batería no duraba más de cinco minutos y aunque llevase varías siempre me quedaba a oscuras en el mejor momento. Era una gozada de tecnología. Se veía sobre la marcha y no había que esperar diez días a que revelaran la película para comprobar que no había salido nada. Y los montajes eran facilísimos, se acabó el cortar y pegar irreversible del Super8. En video grabé viajes irrepetibles como el del Congreso de la FEAAF en 1990 por la línea de Almorchón.

Unos años de calma

A esta etapa de actividad siguió una de atonía en lo que a fotografía de trenes se refiere, abandoné la caza aunque nunca deje de tomar la imagen de un tren cuando tuve oportunidad e incluso en una ocasión cacé AVEs “furtivamente” en Sierra Morena, en la finca “La Garganta”, entre Conquista y Hornachos. Todas aquellas fotos, diapositivas, películas y cintas de vídeo pasaron muchos años guardadas en un mueble hasta que al romperse la cámara de video me di cuenta de que tenía treinta y tres horas de documentos irrepetibles, no sólo de trenes, que no podía ver.

Inmediatamente compré una cámara Digital8 que era compatible con el sistema Video8 y digitalicé los vídeos analógicos guardándolos en discos duros. Luego busqué todas las fotos y diapositivas para hacer lo mismo y descubrí que para muchas ya era demasiado tarde, estaban “viradas”, los colores habían cambiado y en general tenían un tono azulado que en muchos casos era insalvable hasta para el Photoshop. De todos modos las escaneé por si en el futuro hay posibilidades de recuperarlas.

Sólo me faltaban las películas de Super8 que no había visto desde hacía casi veinte años y tenía miedo de que estuviesen tan dañadas como las diapositivas. Finalmente me atreví y, aunque efectivamente estaban bastante afectadas por el paso del tiempo, comprobé que aún podía salvarse algo, así que comencé a digitalizarlas a medida que las posibilidades económicas lo iban permitiendo. Ahora “El Ferrocarril en Andalucía” me ha dado la oportunidad de subir todo esto a Internet, con lo que no se perderá cuando me pierda yo.

Últimamente he retomado mi afición a la fotografía. Ahora no tengo límites, estoy jubilado y tengo todo el tiempo que quiera, un buen coche para desplazarme, cámaras digitales, tarjetas para almacenar mil imágenes de alta resolución, baterías que duran más de un día, Google Earth para explorar previamente el entorno y elegir el sitio más adecuado y hasta la aplicación TPE para saber de antemano en qué posición tendré el sol en el momento de hacer la foto, no vaya ser que lo tenga totalmente de frente y me produzca un fastidioso contraluz.

Pero no hay felicidad completa, ahora no hay trenes. He pasado una docena de veces por Despeñaperros sin ver uno solo, he recorrido el Caminito del Rey y sólo he podido cazar una UT 449. Aquellas combinaciones de locomotoras y vagones que hacía distintos a todos los trenes han desaparecido, hoy todos son iguales, unidades y ramas AVE, vista una vistas todas. ¡Cómo han cambiado las cosas! Para el cazador de trenes, a peor.

The Photographer’s Ephemeris: Imprescindible hoy para el cazador de trenes

El cazador de trenes tiene hoy el problema ya mencionado que antes no existía, su escasez. Ante esto, no puede o no debería arriesgarse a organizar una excursión hasta un remoto lugar, por el que sólo pasa un tren al día, sin saber al menos si llegado el momento tendrá el sol justamente enfrente. Esta aplicación informática, en inglés pero tan fácil e intuitiva que no supondrá ningún problema, ayuda a prevenir esta y otras situaciones adversas.

Sobre el mapa de Google Earth que nos presenta, localizamos el punto deseado, que en la imagen es la estación de El Chorro y “clavamos el alfiler rojo”, seleccionamos la fecha y hora deseada y ya tenemos, numérica y gráficamente, la hora y posición de salida y puesta del sol y la luna y su situación a la hora fijada. Para más detalle “clavamos el alfiler gris” en el punto desde donde pensamos situarnos para hacer la foto, en este caso la altura conocida como la Mesa y la aplicación nos muestra que el sol a esa hora estará tras nuestro hombro derecho, que la distancia a la estación es de 1,31 Km. con lo que podemos calcular cual será el objetivo más adecuado y la diferencia de altura y el ángulo en tres ambos puntos, datos que le pueden venir muy bien al cazador meticuloso para, por ejemplo, en el caso de un tren pasando por un puente, calcular que parte del tren le tapará la barandilla, porque no es lo mismo hacer la foto desde un punto superior que desde uno inferior.

Esta APP también está disponible para IOS o Android, con lo que es posible su utilización in situ si se tiene un smartphone con conexión a Internet aunque, como ya sabemos por experiencia, no siempre hay cobertura en los sitios a los que vamos.

 

Nuestro agradecimiento a "Algo más que imágenes", revista de "El ferrocarril en Andalucía"

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Fuentes de información:

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